Queridos Hermanos:
En este día Santo, en que la Iglesia y el mundo cristiano entero contemplan en silencio el misterio de la cruz, quiero dirigirme a vosotros con el corazón lleno de gratitud y recogimiento.
El Viernes Santos no es un día cualquiera, es el día en que el Hijo de Dios, es un acto de amor supremo, se entregó voluntariamente al dolor, al desprecio y a la muerte de cruz, para redimirnos a todos. Es un día que nos invita a la reflexión, al perdón y a la conversión sincera del alma.
Como hermano mayor, me siento llamado no sólo a acompañaros en la vida de hermandad, sino también a compartir con vosotros las luces que este día bendito nos ofrece. Hoy, más que nunca, pienso en nuestra familia Veracrucista, en nuestras raíces y en todos nuestros hermanos que están ya disfrutando de la gloria infinita en el cielo junto a Nuestros Titulares. Pienso en nuestras alegrías, pero también en nuestras heridas. Pido de corazón que Dios las sane con su misericordia infinita.
Que esta jornada de creencia ciega y contemplación, nos recuerde que no hay amor más grande que el de aquel que ha dado su vida por los demás y que nosotros como hermanos, también estamos llamados a seguir ese ejemplo de vida cristiana para darnos unos a otros, con paciencia, con comprensión y con fe, esa mano al prójimo cuando más lo necesite.
Ojalá que esta cruz que hoy se alza ante nuestros ojos no sea solo un símbolo de dolor, sino también promesa de esperanza. Porque después del Viernes Santo, siempre amanece la Pascua de Resurrección.
Recibid todo mi cariño y mi oración en este día tan importante para todos nosotros. Que la paz de Cristo Señor Crucificado y su bendita Madre, la Santísima Virgen de los Dolores en su Soledad Coronada habite en todos nuestros corazones.
Con afecto, José Conde Martínez.
HERMANO MAYOR
Paz y Bien.