Sede Canónica
La Hermandad tiene depositadas sus imágenes y reliquia del Santo Lignum Crucis, para veneración pública en su sede canónica la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción de Brenes, sita en la Plaza 1º de Mayo.
Índice de Contenidos
Historia de la Parroquia de Brenes
De los orígenes
La Parroquia de Brenes, como institución, remonta sus orígenes a la incorporación de la población a la Corona de Castilla, si bien, documentalmente, en relación con el funcionamiento de la Parroquia y la existencia de una iglesia en la localidad contamos con las referencias incluidas en el Libro Blanco de la Catedral de Sevilla, fechadas en 1411, si bien intentan remontar su origen al gobierno episcopal de Don Remondo a finales del siglo XIII, concretamente al año 1285, y que, claramente, nos dicen:
“Estos son los lugares del arzobispo en que hay pueblos e iglesias pero no hay títulos de beneficios. Hay capellanes y no son perpetuos y pónelos y págalos el dicho arzobispo. Y el cabildo no tiene parte en los diezmos de estos lugares salvo en Cantillana que tiene la mitad de todos los diezmos y por ello no paga parte en los capellanes del dicho lugar ni otra cosa ni carga alguna. Que así se contiene en la partición que fue hecha entre el arzobispo don Remondo y el cabildo. La cual está en el Sagrario.
Cantillana / Brenes / Villaverde / Umbrete / Rianzuela / Zalamea con el Cerro.”
Sobre el edificio de la iglesia debemos suponer que existiría un templo desde el siglo XIV, en que se repuebla la localidad, si bien la primera referencia documental conservada sobre un edificio religioso en funcionamiento en la población, al día de hoy, está fechada en la primera década del siglo XVI, siendo Párroco Francisco González, lo que nos lleva a afirmar que su edificación debió realizarse en la centuria anterior, el siglo XV, lo que además se corrobora por sus características constructivas originales enmarcadas en el estilo mudéjar propio de ese tiempo.
Las investigaciones apuntan a que, originalmente, el templo iba a tener sólo tres tramos o cuerpos de arcadas, similar a la Parroquia de las Nieves de La Rinconada, con la que guarda gran similitud constructiva, pero por motivos de un gran aumento demográfico en el citado siglo XV se optó por añadir dos cuerpos más hacia la cabecera, ello explica por qué termina siendo relativamente pequeña para las dimensiones del templo, refiriéndonos al Presbiterio y que la misma se encaja en el trazado urbano, generando un estrechamiento de la Calle G. A. Bécquer.
Del mismo modo, la aparición de restos óseos humanos (por la costumbre de enterrar en terreno sagrado e interior de las iglesias) hacia la plaza y la Puerta del Perdón (popularmente de los novios), apuntan a la posibilidad de la existencia de un templo parroquial anterior al actual e inmediato al mismo, en parte del espacio que actualmente ocupa la Plaza, que podría datarse en los siglos XIII o XIV y que debió verse muy afectado por la gran riada de 1434, que según las crónicas arrasó y derribó el caserío de Brenes y que debió motivar la construcción del actual edificio, si bien se desconoce la fecha exacta de su consagración.
Respecto a este punto, su consagración como templo católico de culto, aun no conociéndose la fecha exacta, si sabemos que desde un principio fue consagrado a la Purísima Concepción de Nuestra Señora (también referida como Nuestra Señora de la Concepción o Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora, según documentos), llegando a contar con una Cofradía de esta advocación mariana, fundada varios años antes que la primera que se erige en la ciudad de Sevilla, probablemente motivado por la presencia de sacerdotes de gran formación teológica y fervientes defensores de este dogma que acudían a la localidad, al ser un lugar de señorío de los Arzobispos de Sevilla.
Dado que Brenes fue propiedad de los Arzobispos de Sevilla, hasta el 31 de diciembre de 1574, desde un principio contó con la presencia de numerosos sacerdotes, Canónigos miembros del Cabildo catedralicio que ejercían de Alcaldes Mayores o Alcaides de la Villa (D. Pedro Fernández de Solís, Obispo de Cádiz, que representa al Concejo de la Villa ante el Concejo de Carmona en 1479, Francisco de Morats, Pedro Yenens, Marcos de Lucio, secretario personal del Cardenal Diego Hurtado de Mendoza y que, en los primeros años del siglo XVI, sobre sus casas y viñas en esta Villa dota una de las Capellanías de Coro de la Catedral en Memoria del citado Cardenal, Melchor de Matamoros, Luis de Peñalosa, etc.) , así como la presencia misma de Arzobispos y Obispos Auxiliares que se hospedaban en la población en las llamadas Casas de la Dignidad Arzobispal (hoy Complejo Parroquial) y asistían a su Parroquia, tales como el Arzobispo Fray Diego de Deza, que en 1518 aprueba las Ordenanzas Municipales, y en 1522, personalmente, entrega en esta Parroquia las Constituciones de su Colegio de Santo Tomás, fundado en 1517, a los Padres Dominicos que debían regentarlo; y el Arzobispo Alonso Manrique en 1534, o el IV Marqués de Denia, D. Francisco de Rojas, en 1570, mientras negociaba asuntos con la Sede Hispalense de su hermano Cristóbal de Rojas y Sandoval, entonces Obispo de Córdoba y un año más tarde Arzobispo de Sevilla.
Pese a que el señorío de la Villa pasó a manos laicas, a los Vicentelo de Leca, desde el primero de enero de 1575, tanto el diezmo como el patronazgo sobre la Iglesia permanecieron, completamente, bajo la Autoridad Arzobispal, es por ello que todas las obras y reformas en el Templo fueron auspiciadas por los diferentes Arzobispos a través de los siglos, muestra de ello es la permanencia de la Cruz Patriarcal, propia de los Arzobispos, coronando su torre campanario, al igual que sucede en la Parroquia de Umbrete, aunque el impulso recibido en los tiempos pretéritos disminuyó enormemente y podemos decir que se inició un periodo de larguísima decadencia.
Entre las reformas acometidas debemos considerar, de relevancia, la renovación de los techos, pues se estaban cayendo y la conversión de los arcos ojivos en medios puntos por el Cardenal Rodrigo de Castro, en torno a 1595, quien, personalmente, entregó 200 ducados para la citada obra.
La Capilla Bautismal fue reformada por mandato del Arzobispo Jaime de Palafox, siendo bendecida la Pila de jaspe rojo, que aún permanece, el 5 de mayo de 1697, con la particularidad que la primera persona bautizada en ella fue una esclava de origen turco que recibió por nombre el de María de la Concepción.
En 1705, bajo el mandato del Cardenal Manuel Arias, se acometió con la supervisión del Maestro Mayor de Fábricas del Arzobispado, Diego Antonio Díaz, una gran reforma consistente en reconstruir gran parte de los techos, especialmente el del Altar Mayor, calzar con ladrillo las paredes del muro de la Plaza por el exterior, hacer una puerta nueva al campanario donde estaba el antiguo Coro bajo (la puerta que existe para tal acceso), cegar la Puerta del Perdón (de los novios) y trasladar allí el citado Coro y volver a tejar el edificio.
Entre 1756 y 1758 se produce otra gran reforma, debido a las consecuencias del Terremoto de Lisboa de 1 de noviembre de 1755, siendo costeada por el Cardenal Francisco de Solís y que darán a nuestra iglesia la apariencia que, prácticamente ha llegado a nuestros días, así como la Cruz Patriarcal y el azulejo con el escudo personal del Cardenal situados en la torre.
De los Altares
En el siglo XVII, en el interior del templo se decía misa en cinco altares:
- El altar Mayor, de madera tallada y dorada, compuesto de pinturas, siendo las más destacadas la gran pintura central que representaba la Natividad del Señor y la del ático que representaba a la Inmaculada Concepción. Todo apunta a que este retablo llega a Brenes en la primera mitad del citado siglo XVII por mediación del Obispo Auxiliar D. Juan de la Sal y la autoría de las pinturas vendrían de la mano de un reconocido pintor de aquel tiempo, aunque no hay documentos que lo corroboren y las citadas pinturas, que permanecieron distribuidas por la iglesia al ser sustituido dicho retablo por el actual, en 1791, fueron destruidas en 1936. El actual retablo procede del Convento del Espíritu Santo de Sevilla, donde fue bendecido en 1622, siendo su talla obra de Luis de Figueroa y las pinturas (las que no fueron destruidas en 1936) obra de Juan del Castillo, por delegación de su suegro Antón Pérez, fue un encargo personal de Doña María Fernández de las Heras, viuda de D. Pedro de los Reyes y llega a Brenes por mediación del Arzobispo Alonso Marcos de Llanes, en el ya citado año de 1791. No hay evidencias de ningún enterramiento bajo este altar al estar bajo el patronazgo exclusivo de la Mesa Arzobispal.
- El altar colateral del Evangelio (hoy altar de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder) dedicado a Nuestra Señora del Rosario, era el Sagrario de la Parroquia y en varios momentos fue designado como Altar Privilegiado. Contenía, tras su barandilla de hierro, un pequeño Sagrario de madera dorada y la imagen de bulto, aunque vestida, de Nuestra Señora del Rosario con Niño, escultura del primer tercio del siglo XVII, obra anónima de la Escuela Sevillana, atribuible al círculo de Mesa. Este altar fue remodelado en la primera mitad del siglo XVIII con la ejecución de un retablo de madera (de autoría desconocida y actual retablo de San Antonio de Padua) sobre una mesa de azulejería sevillana con escudo dominico, en el cual se incorporaron tres pinturas, entre las que destacaba, en su ático, la de Nuestro Padre Jesús de las Penas (Cristo sentado, coronado de espinas junto a la columna) y en las calles laterales San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán.
- El altar lateral del Evangelio (hoy altar de María Stma. de la Amargura) dedicado al Santísimo Cristo de la Vera Cruz y Caridad, contenía la imagen de Cristo Crucificado de dicho título, imagen anónima de la primera mitad del siglo XVI realizada en pasta de madera. Este altar fue remodelado en 1727 con la ejecución de un retablo de madera, obra de José Fernando de Medinilla, que incluía dos pinturas a modo de Calvario con las figuras de San Juan y María Magdalena. Fue sustituido por un dosel en 1942.
- El altar colateral de la Epístola (hoy altar de Nuestra Señora de los Dolores en su Soledad) dedicado a Nuestra Señora de la Concepción, contenía la antigua imagen de la Inmaculada, de principios del siglo XVI, la cual fue sustituida a mediados del siglo XVII por otra imagen más acorde al gusto barroco de la época y que perduró hasta 1936, ocupando desde 1791 hasta esa fecha el Altar Mayor. Originalmente el altar contaba con una magnífica decoración mural, es decir, pintado directamente en la pared, con motivos concepcionistas, pero se sustituyó por un retablo de madera, obra de Cristóbal Vázquez, realizado en 1753 y que permanece en el mismo lugar hoy en día. Este retablo tenía dos pinturas en las calles laterales representando a San Francisco de Paula y Santo Tomás de Aquino, hoy desaparecidas y en el camarín de su ático acogió, primeramente, la imagen de San Antonio de Padua y posteriormente, la imagen de Cristo Resucitado que existía en la Parroquia desde, al menos, principios del siglo XVII. La primitiva imagen de Nuestra Señora de la Candelaria pasó a ocupar este retablo, en la primera mitad del siglo XIX, pues no hay referencias a la existencia de esta imagen sagrada en el templo con anterioridad, aunque sí sobre la celebración de su Festividad.
- El altar lateral de la Epístola (hoy altar del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y Caridad) dedicado a Señora Santa Ana, contenía el grupo escultórico de la abuela de Cristo junto a su hija, la Virgen María, dándole lección, si bien hay documentos de la primera mitad del siglo XVIII que indican que el conjunto escultórico contenía también un Niño Jesús, tratándose de una obra anónima, probablemente, de la segunda mitad del siglo XVI. Este altar llegó a tener retirado el culto, a finales del siglo XVII, por lo reducido del Ara para consagrar. El cuidado de este altar estaba vinculado a la Familia Mancera y más tarde a sus descendientes, los Caro, quienes costearon un nuevo retablo en madera, bien entrado el siglo XVIII y de autoría desconocida, que incorporaba en su ático una pequeña pintura en lienzo de San Joaquín.
De las Imágenes
Además de las imágenes citadas de Concepción, Rosario, Vera Cruz y Señora Santa Ana, en el siglo XVII se identifican otras imágenes sin altar propio en la Parroquia como son la de Cristo Resucitado y San Juan Bautista (desaparece en el último cuarto del siglo XVII, al iniciarse la reforma de la Capilla Bautismal), fuera de la Iglesia se identifican las imágenes de Señor San Sebastián, talla anónima de principios del siglo XVI, Nuestra Señora de la Soledad, talla anónima de finales del siglo XVI, y Santo Cristo de la Soledad (Santo Entierro), talla anónima probablemente de la misma época que la Virgen, que reciben culto en sus altares propios ubicados en la Ermita de San Sebastián; y la imagen de Nuestra Señora de la Piedad, ubicada en una capilla en el antiguo Hospital de la Villa (actualmente sobre su solar se levanta la parte trasera de la casa hermandad de la Vera Cruz), del cual era traída a la iglesia cada vez que se le ofrecía una misa, realizándose éstas en el Altar Mayor, siendo numerosas las idas y venidas documentadas entre finales del siglo XVII y mediados del siglo XVIII, fecha en que desaparecen las referencias a la misma.
En la primera década del siglo XVIII se documenta la presencia de tres nuevas imágenes en nuestra Parroquia:
San José, con el Niño en brazos, de autoría desconocida, fue adquirido por medio de limosnas que pidieron varias señoras de las Familias Romero y Quintanilla por el pueblo. No se le identifica en un altar propio hasta principios del siglo XIX, siendo un retablo de madera pintada de estilo neoclásico, ubicado donde hoy se encuentra el Altar del Sagrario, aunque en principio no hacía esa función Sacramental.
San Francisco de Asís, de autoría desconocida, su altar fue ubicado en el lugar que actualmente ocupa Nuestra Señora de la Candelaria, un pequeño tabernáculo de madera tallada y dorada de poca relevancia a excepción de la peana sobre la que se ubicaba la imagen, pues se trataba de uno de los antiguos Sagrarios del Altar Mayor, siendo significativa la pintura de un magnífico Niño Jesús en el mismo.
San Antonio de Padua, con el Niño en brazos, igualmente de autoría desconocida, contó con retablo propio desde el último cuarto del siglo XVIII en madera tallada y dorada, ubicado en el mismo lugar que actualmente ocupa dicho Santo en la iglesia.
A mediados del siglo XVIII se identifican las imágenes de Nuestra Señora de Guía, sin más datos y Nuestra Señora de la Encarnación, con altar propio entre los de Nuestra Señora de la Concepción y Señora Santa Ana, tratándose de una imagen de vestir de la que se desconoce la autoría y la procedencia, pues la documentación apunta que tuvo gran devoción en el pueblo en el siglo XVI, aunque las referencias escritas sobre su talla sólo abarcan la segunda mitad del siglo XVIII.
En el último cuarto del XVIII, son trasladadas a la Parroquia las imágenes de la Ermita de San Sebastián, por su estado ruinoso, la imagen del Santo Entierro es ubicada en el testero izquierdo de la Capilla Bautismal, en un dosel rojo con marco de madera, junto al cuadro de San Juan Bautista y el Bautismo de Cristo, en el testero principal de dicha capilla, la cual estaba separada del resto del templo por una verja de madera. La imagen de San Sebastián es ubicada entre Vera Cruz y San Antonio (actual ubicación del retablo cerámico de Nuestra Señora del Rocío), la imagen de Nuestra Señora de la Soledad fue guardada en el almacén de la Sacristía, que, finalmente, fue convertido en Capilla con la apertura del arco necesario para unirlo al templo (es el actual Sagrario) en 1792, con licencia del Arzobispo Llanes. En esta nueva capilla, en fechas cercanas a su apertura, se instaló un retablo para la citada Virgen, de madera tallada, pintada y dorada, así como un retablo de estilo neoclásico para la imagen de San José y a principios del siglo XIX se identifica la presencia, en ella, de una imagen de Señora Santa Lucía, aunque los inventarios apuntan a que se trataba de un pequeño cuadro en lienzo.
También a mediados del siglo XVIII se realiza un altar para las Ánimas Benditas del Purgatorio, se trata del mismo retablo que permanece actualmente, compuesto por un cuadro grande de las Ánimas, destruido en 1936 y en su ático, la imagen de Nuestra Señora del Carmen, que aún podemos contemplar. Estas pinturas parece que ya estaban en la Parroquia en el último cuarto del siglo XVI, si bien no conformaban un retablo que sirviese de altar para el culto. A principios del siglo XIX se habla de una imagen de la Virgen del Carmen, aunque suponemos que se refieren a la pintura de este altar. Este retablo recibió también la concesión de Altar Privilegiado.
En tiempos de la epidemia de fiebre amarilla, a principios del siglo XIX, también se identifica la presencia de una imagen de San Roque, sobre el cual no se tienen más datos y también aparece, por esas fechas, una imagen de vestir de Nuestra Señora de la Candelaria con su Niño.
En el siglo XX y con anterioridad a la Guerra Civil, se adquirieron una serie de imágenes de escaso valor artístico, tales como un San Rafael, que fue retirado del templo, un Sagrado Corazón de Jesús, una Inmaculada Concepción y un San Estanislao de Kotska.
De las Pinturas
Respecto a las pinturas de mérito que adornaron nuestra Parroquia hasta 1936, debemos destacar las del actual Altar Mayor, obra de Juan del Castillo, y en los testeros laterales del Presbiterio se podían contemplar dos lienzos grandes con representaciones de la Virgen de Belén y el Nazareno. De gran valor era la tabla del Sagrario de San Francisco representando al Niño Jesús, así como una Purísima Concepción grande sobre el arco de acceso a la Capilla del Sagrario y dentro de la dicha Capilla otro cuadro grande del Nacimiento de Cristo, que originalmente pertenecían al primitivo retablo del Altar Mayor. En la nave del Evangelio, entre los antiguos altares de Rosario y Vera Cruz se admiraba una magnífica representación del Quo Vadis. Otras obras menores representaban a Santa Teresa (confundida con Santa Rita por el pueblo y la cual se conserva en la Sacristía), San Antonio, la Purísima Concepción, la Santa Cena (obra de 1911), Santa Lucía, Santa Bárbara y varias obras más que representaban advocaciones de la Virgen.
Respecto al Archivo Parroquial sus fondos se hayan muy mermados a excepción de los libros sacramentales. Los libros de Bautismo arrancan en 1534, con varias lagunas y continuidad desde 1590. Los libros de Matrimonio también son continuos desde la misma fecha de 1590. Los libros de Defunciones son continuos, con pequeñas lagunas, desde 1602. El resto de la documentación conservada apenas arranca desde mediados del siglo XIX.
En la Institución Colombina se conserva numerosa documentación sobre esta Parroquia que facilita la investigación sobre la misma, incluido algún libro de Colecturía del siglo XVII y libros de Cuentas de Fábrica de finales del siglo XVIII y del XIX.
El archivo se guardó durante siglos en un arcón de madera ubicado en la Capilla Bautismal, siendo trasladado al altillo de la Sacristía en 1837. Allí sufrió un gran deterioro el fondo más antiguo al verse afectado por un importante problema de goteras en el tejado de la misma. Siendo bajado a la Sacristía y colocado en un armario, aunque, como se ha dicho, el fondo más antiguo tuvo que ser destruido por su grave problema de humedad. Entre las joyas perdidas, por este problema, se hallaba un Libro de Reglas, en pergamino, de la Cofradía de la Concepción, de principios del siglo XVI y un Libro de Visitas Pastorales, con 405 hojas y cubiertas en pergamino, que alcanzaba desde muy antiguo hasta el año 1648.
Algunos de los libros y documentos desaparecidos posteriormente, aunque no sufrieron daños durante la Guerra Civil y estaban catalogados, fueron: el Libro de Protocolos, en pergamino, del siglo XVI, Libros de Cuentas de Fábrica (1630-64, 1698, 1719-30, 1776 y 1788-94, contando este último con uno similar en el Archivo del Arzobispado), un libro de la Hermandad del Santísimo Sacramento, en pergamino, de 1588, otro de la Hermandad de Soledad de 1642 y otro de la Hermandad de Ánimas de 1782. Si bien, por los inventarios parroquiales que se conservan la cifra de documentación desaparecida es mucho mayor. Aunque hay casos que, simplemente, cambiaron de depósito, así, la Hermandad de la Vera Cruz conserva dos libros del siglo XVIII, con sus Reglas y sus cuentas, que estuvieron en el Archivo Parroquial hasta principios del siglo XX.
De la Orfebrería
Sobre la orfebrería de nuestro templo, es destacable el Ostensorio de plata dorada, que, aunque algunos autores sitúan como de finales del siglo XVI, parece corresponderse con el mandado hacer por el Cabildo Municipal en 1643.
La Cruz parroquial de plata, con su crucifijo dorado, de hacia 1600. Existió otra más pequeña en plata cincelada, de estilo proto-barroco, hoy desaparecida. El incensario de plata de la primera mitad del siglo XVII, siendo la naveta, muy probablemente, la contratada con Vicente Gargallo en 1786 , así como las Crismeras de plata, decoradas en labor plana grabada, que aún se conservan, de principios del mismo siglo XVII. O el Porta Paz de la misma época, que servía para “llevar la Paz” desde el Presbiterio a los capellanes y sacerdotes que asistían a misa en el Coro bajo, a los pies de la Iglesia.
Se conserva un Cáliz liso y otro de plata labrado con motivos vegetales de estilo plateresco, con su Copón, de mediados del siglo XVI, así como una Concha para los bautismos y una Caja Pectoral para llevar la comunión, de cuya autoría y datación se desconocen datos, aunque están inventariadas desde finales del siglo XIX, junto al Porta viático de finales del XIX, que sigue en la Parroquia.
Se conservan varios inventarios donde se especifican todos estos objetos, si bien al día de hoy se conservan sólo algunos y en muchos casos se indicaba su escaso valor.
De los Coros
Los Coros, debiendo distinguir entre Coro alto y bajo. El Coro alto era el dedicado al espacio musical del templo, pues en él se ubicaba el órgano o armónium, según fechas, habiendo constancia de la existencia del citado órgano desde 1632 y la adquisición de un armónium nuevo a principios del siglo XX por haberse deteriorado hasta estar inservible el antiguo. Los organistas eran pagados por el Concejo Municipal (Ayuntamiento) y entre ellos, desde 1715, destaca el organista José Gómez de la Blanca, cuyo nieto, de idéntico nombre, nacido en Buenos Aires, donde emigró su padre, es reconocido como uno de los padres de la Independencia de la República Argentina.
El Coro bajo era el lugar donde seguían la Misa Mayor, oficiada por el Cura Propio, los Capellanes y demás Presbíteros que había en nuestra Parroquia, pues era muy común la presencia de varios sacerdotes adscritos al Templo en los siglos pasados. En un principio estaba ubicado en el espacio donde hoy está el retablo de San Benito, contando con una reja de hierro que lo separaba del resto de la iglesia y que estaba sujeta a la columna, donde aún se aprecia una marca de óxido de la dicha reja. Se iluminaba por una ventana de estilo mudéjar con arco de herradura, actualmente oculta tras el citado retablo. En él se ubicaban tres bancos grandes de madera para asiento de los sacerdotes y los atriles de los capellanes, durante las vacantes de las Capellanías de nuestra Parroquia, y en el siglo XVII había un facistol de madera donde se colocaban los libros de coro, este elemento y los libros desaparecieron. También contaba con unos campanilleros de madera que acompañaban la Consagración. En 1705, durante la reforma de Diego Antonio Díaz, fue trasladado al hueco que quedó al cegar la Puerta del Perdón, donde quedó una ventana para iluminar, aunque perdió la reja y el facistol, conservando los campanilleros hasta bien entrado el siglo XIX, aunque no hubo retablos en este espacio hasta mediados del siglo XX.
De otras Piezas
Otras piezas y elementos que formaron parte de nuestro templo y que no se conservan al día de hoy son, entre otros, la barandilla de hierro que separaba el Presbiterio del resto de la Iglesia.
El púlpito, ubicado en la primera columna de la nave del Evangelio, siendo conocido que en 1755 se realizó uno por el maestro carpintero Agustín de Espada y que vino a sustituir uno anterior de madera de Flandes.
Las pilas de agua bendita, de las que había una en cada puerta de entrada y otra en la nave de en medio de la Iglesia. Actualmente sólo hay en las dos puertas (de la Plaza y del jardín), pero no son las primitivas.
Las puertas de la Parroquia fueron originalmente tres, al igual que hoy en día, si bien durante varios siglos permaneció cegada la Puerta del Perdón (también llamada Puerta del Sol y de los novios). La Puerta de la Plaza era la de entrada principal y en ella se ubicada una tablilla con la información eclesiástica para el pueblo, así mismo, en este lugar, hacia el interior del templo, solían enterrarse los curas y presbíteros de nuestra Parroquia para que los fieles pisaran sus tumbas en señal de humildad y devoción. La otra puerta, la del jardín, era la Puerta del Osario, por conducir al pozo osario de nuestra iglesia, ubicado en el actual jardín. En 1794, bajo la supervisión de Francisco del Valle, Maestro Mayor de Carpintería de Obras del Arzobispado, se renovaron las dos puertas de madera del templo “de 5 varas de alto y 2 y ½ de ancho”, con “huecos para que entrase la luz”, contando ambas puertas con porches y canceles de acceso, desaparecidos hacia 1920.
Otros elementos habituales en el pasado de nuestro templo eran los cepillos, ubicados junto a cada altar. Las esteras de enea para que los fieles se arrodillaran. Los bancos para escuchar misa eran escasos y en las grandes Funciones litúrgicas se pedía a los vecinos que asistieran llevando sus propias sillas.
La iluminación se hacía con velas y lámparas de aceite, constando la donación de cinco lámparas de plata para los cinco altares de la Iglesia, en 1646, por el Capellán Juan Esteban Gallegos, natural de Brenes; así como el robo, en 1756, de tres lámparas de plata, propias de la Fábrica Parroquial y dos arañas de cristal, propias de las hermandades. Si bien eran elementos comúnmente renovados.
Por último, un elemento característico de los templos son sus campanas, constando en nuestro caso la existencia de dicho elemento desde al menos 1518. En 1636 eran dos, al incorporar una nueva campana realizada por el maestro Francisco de Ribas. En 1764 se añade una esquila a las dos campanas existentes y desde 1831 hay constancia de una matraca de madera para los toques del Sábado Santo.